Fechas: Primer domingo de agosto
Información general
Dice José Luis Alonso Ponga que el mundo de la campana es amplio y complejo. La define como un objeto emblemático, un documento de bronce que nos cuenta su historia y la de las personas que han estado relacionadas con él.
Desde los romanos existe la creencia de que golpear un instrumento de metal ahuyenta los malos espíritus, mientras se difunde el poder benéfico del sonido de las campanas. Además, el bronce es metal sagrado en muchas culturas y, por su dureza, “es símbolo de la incorruptibilidad y de la inmortalidad, así como de la justicia inflexible”, como asegura Alonso Ponga en su obra Las Campanas.
Están presentes en la vida cotidiana del pueblo, anunciando cada acontecimiento individual o colectivo que se produzca en la comunidad. Las campanas han constituido un medio de comunicación de primera magnitud. Cada suceso se proclamaba de modo inmediato a través de los sones compuestos para identificar el regocijo de la boda, la tristeza del entierro, el socorro ante una catástrofe… Y cada pueblo diferenciaba la suya, según cita el autor ya mencionado, de la del pueblo vecino por el sonido o por el timbre de afinación. El lenguaje campanil, dice Alonso Ponga, forma parte de la cultura popular y tradicional.
La Escuela de Campaneros de Villavante, desde hace 26 años se dedica a la recuperación de gran parte de esta cultura popular y, con su existencia, asegura su continuidad. Es notable la inventiva desarrollada para empapar a la sociedad de las diferentes melodías con tal grado de precisión, que fuera posible discernir si la calamidad era un incendio, tal vez una inundación, o cualquier otro desastre. Las personas mayores se acostumbraron a reconocer los tonos diferentes que habían diseñado sus ancestros para informar de cada acontecimiento -casi un lenguaje humano-, y se preparaban para la reacción que fuera precisa. Y así generación tras generación. En el pueblo “las campanas” constituyen el símbolo más preciado. Su valor a lo largo de la historia es sobresaliente, aseguran, y la necesidad de mantener su preeminencia, es para ellos una devota obligación. En esta parte del Páramo leonés, los más ancianos del lugar cuentan cómo este “señero medio de comunicación” ponía en pie a todo el pueblo para empezar a trabajar con el toque de alborada. Las campanas advertían del momento en el que debían ir a comer y también del descanso laboral al final de la jornada en el campo. La muerte, el concejo, el aviso de tormenta, la colaboración común ante una ruina, etc., todo tenía su código sonante conocido por los vecinos.
El paso del tiempo ha vaciado de almas los pueblos y ha ido sustituyendo la tradición artesana por otros métodos más sofisticados. Los carillones siguen en las iglesias pero sin actividad. Sin embargo hay un acontecimiento que mantiene con vida a “los campaneros de Villavante”, el encuentro que celebran cada año desde hace más de un cuarto de siglo en esta localidad leonesa, y en el que coinciden medio centenar de artesanos de toda España.
Organiza: Asociación Cultural y Deportiva "Guays".